LEJOS DEL VOLCÁN

Te cogí de la mano y mientras nos mirábamos, sudando, te susurré al oido que era el momento de saltar. El calor cegaba nuestros ojos, pero nuestra intuición nos permitía vernos más allá de toda esa humareda, de todo ese infierno que nos quemaba la cara, el conocimiento mutuo y el tacto de nuestras manos nos hacían guiarnos a través de nuestras huellas dáctilares. Eran muchos años reconociendo nuestros ojos, muchos años de historias compartidas, de sentimientos aplacados. De entendimiento mutuo y ahora estábamos juntos frente al volcán. En un momento de nuestras vidas en el que no sabíamos si nos podíamos permitir saltar. Si nuestro viaje había comenzado minutos antes o comenzaría después de atravesar el fuego. Yo siempre admiré tu capacidad para sobreponerte ante los peligros, de saberme abrazar en el momento adecuado, de ser senderos contiguos en planos diferentes del espacio. Controlando nuestro punto de intersección de reojo para sabernos cerca siempre. Ya no recuerdo si aquel día saltamos o no al volcán, solo sé que el camino continua por donde iba. Siempre te siento cerca

(dedicado a esas amigAs que siempre han tirado de mí, os quiero, sabeis quienes sois)