Un gato se postró a mis pies cuando entré por la puerta grande y pesada de la catedral. No me pregunté que hacía esa gato allí, pero lo cogi y lo acaricié de forma cariñosa, para que se durmiera en mis brazos. Nadie se dio cuenta que entraba dentro del templo con un animal. Fui buscando el lugar más oscuro y vacio para llenarlo de mis dudas.
Dejé a un lado al gato y delante de uno de esos altares repletos de orfebrería, con pan de oro hilvanando sus costuras, con una virgen dolorida y triste en lo alto. Desgastada y cansada por el paso lento y aburrido del tiempo, allí dentro de una catedral por la que lo más parecido al paso del tiempo se notaba por la madera desconchada, por los aguijones de las termitas, por el polvo en sus manteos, por la marcha de su pintura volatizándose en el aire.
No hice ninguna reflexión porque aquella imagen hizo que se me quitarán las ganas de pensar en nada, ni en el tiempo, ni en política, ni en religión. Solo de cosas frívolas y banales.
Las ovejas nocturnas te acompañan toda la vida, son esas historias que dan vueltas por tu cabeza,son esas noches dando vueltas en la cama buscando un hilo conductor para dormirte, son los sueños y frustraciones que uno arrastra por la vida, son unas compañeras que dan motor y sentido a este juego y son unas paranoicas que te persiguen... hay que conocerlas
viernes, marzo 09, 2007
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