FeLiZ CuMPLeaÑoS Mío ...

El sol no lucía más que otros días. Ni las penas y alegrías eran mayores. Ni tan siquiera mi cara se arrugó, ni mi pelo decidió abandonarse para cubrir mis hombros. Fue un día más. Un como siempre, pero con algo distinto, más sms de los habituales (tampoco muchos más) y más besos por parte de mi madre. Mi padre en su tónica habitual guardó silencio y yo celebré mi nochevieja particular. Cerrando un ciclo.
Siempre me produce tristeza, esperando que haya gente que por lo menos por ese día se acuerde de mí, pero es absurdo pretender esas cosas.
Así que tras la comida decidí bajar al teatro a comprar la entrada del concierto de Fangoria para el día 2 de marzo. Hasta las 6 no abrían las taquillas. Así que metí a tomar café en un bar justo en la otra esquina de la Plaza Mayor. De pie, con el abrigo en el brazo y la mano sobre la barra. Para distraerme observaba al camarero mientras movía el café para disolver mejor el azúcar. Me di cuenta que el camarero estaba harto de trabajar ahí, porque me recordaba a mí cuando ponía cafés y quería huir lejos de la barra. También me fijé mucho en el molinillo de café, bastante moderno. Molía café cada vez que llevaba un porta y no era necesario dar a la maníbela para que fuera llenándose de café, con lo cual en momentos de jaleo era algo muy útil. La forma en la que llenaba las jarras de la leche, tiraba más fuera que dentro. Debería plantearse comprar leche fresca en bolsa, tiene menos fecha, pero en un bar la gastas y sabe mejor, además se rellenan más rapido las jarras. Por cierto no limpiaba los pibotes para calentar la leche, y no es que fuera antihigienico es que le iba a tocar frotar un buen rato. Al lado de la barra había una ventana, desde la que se veía la catedral, bueno solo la parte delantera, el portico y la calle que baja hasta el Alcázar. Conseguí taburete. Busqué un sitio limpio donde dejar el abrigo, que vino a ser un poco más a la derecha, justo delante de los grifos de cerveza. Ya no me distraía con la catedral, sino con el móvil y los 4 mensajes de felicitación que me habían llegado hasta las cinco y media y también con las paredes cuyos colores me parecían muy desacertados. Mientras meditaba sobre por qué me produce esa extraña sensación el día de mi cumpleaños, el camarero sirvió cuatro cafés, uno de ellos descafeinado, un cola-cao, un mosto y una copa de vino tinto. Y viendo el vino tinto pensé lo que me gusta el vino blanco y las ganas que tenía de volver a Galicia a beber Ribeiro. Sí, si este año me voy a algún lado será a Galicia o a Asturias, que la sidra también me gusta mucho.
El tiempo parecía querer ir hacia atrás, así que tras pagar el café, me fui a dar un paseo, tampoco tenía muchas ganas, porque aunque sé que el centro de Segovia es precioso, lo tengo tan visto que ya no me doy ni cuenta.
Eran menos díez y me planté delante de las taquillas. Viendo la programación, casi todos los conciertos estaban sin entradas. Fangoria aun quedaban.
Abren las taquillas y un hombre me adelanta por la derecha y se cuela. Paso totalmente, dudo que quiera ir a ver a Fangoria. Es uno de esos pesados que da charla insulsa y extensa a la taquillera. Se va y me toca. Me dice la amable señorita que solo quedan tres entradas. Dos en la planta segunda en tercera fila o una en la platea de al lado del escenario. Cojo esa y le pregunto si el concierto de Fangoria también es acústico. Me dice que todos los conciertos de ese ciclo lo son. Le digo "qué raro que Fangoria haga un concierto acústico" y me mira con cara de "Y yo qué sé". Son 20€. Ahí tiene. Gracias. A usted. Hasta luego. Hasta luego.