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Pisé Berlín en una madrugada tardía. Se reveló inquieta la ciudad ante mis ojos. Se esparció por todo el terreno, ocupando el espacio entre la naturaleza. Sedujo mis sentidos desde el primer momento. Subiendo por las escaleras mecánicas de la estación.
Probando como se las gastan con el tamaño de los cafés en McDonalds y alimentando el espíritu de medicina golosa.
El tren hacia el hotel, era una preciosa joya de otro tiempo,a velocidad de las aves anti sociales que pueblan los raíles.
Berlín se acomoda dentro de la naturaleza, la maleza deja espacio a los humanos, mientras los perros tienen acceso libre a ttodos los lugares. Los graffiti denuncian un Este / Oeste perpetuado. Una ciudad prismática. Con haces de luz hermosos disfrazando todas las realidades.
No existe la aglomeración de edificios. Los contrastes mágicos entre iglesias antiguas y edificios industriales, que a la vez son devorados por árboles y arbustos.
Conejos huyendo en Tiengarten, envolviendo a Nike, que observa el cruising más voraz entre sus escondites.
Su anárquica naturaleza, su visión desmesurada del desorden establecido, su gris convulso, incitan a querer formar parte de todo eso.