
Cae el sol sobre la plaza, el capitán que ordenó la retirada
yace en la sangre del toro.
Su piel, herida de muerte, vuelve a nacer de nuevo
en las manos de algún aprendiz, que no sabe dibujar,
solo esboza algún recuerdo que perdió.
Compartí más de un viaje a la luna contigo,
hasta que aprendí el camino a las estrellas yo solo,
vuelvo cada día donde nací, allí donde fui
un niño cósmico, nacido en una estrella, sin más compañía que la eternidad.
Una trompeta, aun suena cada mañana,
amaneciendonos, desnudos como ángeles,
mirando al sol, donde nacimos, donde iremos, donde estamos,
respirando, tranquilamente, mientras soñamos donde el amor dejará nuestro cuerpo,
desapareciendo o levitando.
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