No paró de sonar el teléfono.
Me quedé colgado en la ventana, mirando atrás.
No veía el cielo, no veía la luz, ni la serpentina volar por toda la habitación.
Tan solo se rompió de nuevo el cristal y me manché de dolor la boca.
Nunca sucedieron tantas dudas seguidas. Ni la compasión me paró.
Salí corriendo, huyendo de mí.
Me queda tanta angustia por aguantar.
Tanto perdón por perdonar y
empezar a ser mejor de lo que podía ser.
Sólo sabes que a veces he perdido la razón,
por no saber abrir los ojos de una forma tan clara y astuta
que me asusto
De pensarlo, tan solo un segundo.
En la última carrera, doscientos metros de desolación,
dos kilometros adelantado, fui el vencedor.
Premio a la ilusión descompensada, equilibrio ensordecedor.
Anemia exigua de mis palabras.
Cuando no hay más que seguir en la pista intentando avanzar.
Sin evitar seguir huyendo.
Las ovejas nocturnas te acompañan toda la vida, son esas historias que dan vueltas por tu cabeza,son esas noches dando vueltas en la cama buscando un hilo conductor para dormirte, son los sueños y frustraciones que uno arrastra por la vida, son unas compañeras que dan motor y sentido a este juego y son unas paranoicas que te persiguen... hay que conocerlas
domingo, septiembre 06, 2009
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