Si reviso este torpe diario medio moribundo,encontraré muchas proclamas antitaurinas. Es una de las pocas convicciones anti que he tenido claras casi toda mi vida.
Los toros son una tradición que desde pequeños nos hacen engullir en nuestro entorno. Todas las fiestas de los pueblos van acompañadas de festejos de este tipo. E irremediablemente te ves arrastrado a su participación desde que eres un enano. Pero el tiempo pasa y te cuestionas, te planteas la necesidad de seguir participando de algo que te produce ardor de estómago. Que no tiene siquiera un resquicio lejano placer sádico. Que lo único que ves es diversión a costa del sufrimiento de un animal, que no, no se enfrenta cara a cara con el hombre. Huye despavorido buscando una salida a esa encerrona que es la plaza de toros. Un cuerpo a cuerpo es otra cosa. El toro casi nunca sale ganando.
Ya no era el propio hecho lo que me producía repulsa. También el propio ritual taurino, tan rancio, antiguo, hasta las cejas de testosterona...
Todo este conglomerado de circunstancias, a las que uno la creación simbólica de lo taurino como identidad nacional, fueron las que me hicieron terminar de desmarcarme de todo esto y posicionarme claramente en contra. Resumiendo: el dolor del animal,la actividad lucrativa y de espectáculo en torno al dolor, lo rancio del entorno, lo machista y lo puramente nacionalista del evento me sitúan en las antípodas de entender esta fiesta. No me preocupa que se denomine fiesta nacional, igual que no me preocupa la propia españolidad (si algo así pudiera existir) asociada a una serie de características y valores que se repiten de forma periódica con los que no me identifico y los cuales me generan sentimientos contradictorios y de exclusión.
Mis sentimientos de pertenencia a una comunidad van por otros derroteros y no son los símbolos nacionalistas (banderas, himnos, toros etc) los que me hacen formar parte de esta sociedad que ha venido en llamarse España. Sí me identifico con otra serie de cuestiones que se dan en esta comunidad como pudieran ser la seguridad social gratuita y pública (cada vez menos), la educación pública (cada vez menos), los avances en los derechos para los/las transexuales, el respeto y la condena a la violencia animal y sin ser tan genérico; algunas de las costumbres y rituales de los que si formo parte, pero que no considero extrapolables ni que definan a todos los individuos con los que comparto espacio en la comunidad.
Todo esto me condiciona y no sólo es la repulsa primitiva desde mi forma de ser ante semejante barbarie como son los toros. No tiene sentido que nos llevemos las manos a la cabeza por el maltrato de un perro y luego llamemos cultura a la fiesta taurina. Muchos dirán que tenemos doble moral, que no denunciamos el trato a los animales en los mataderos y cosas así, que reciben peor trato que el toro en la plaza etc.
Quiero que desaparezcan los toros y quiero que los animales que están en las granjas tengan una vida en mejores condiciones y no sean maltratados, que el dolor infligido durante el proceso sea el menor y que no sea necesario hinchar a un pato para hacer foie. Es decir que el respeto sea máximo.
Y desde luego jamás entenderé que se pueda comparar o entremezclar esto con la ley del aborto. Sobra decir que no tienen nada que ver.
Las ovejas nocturnas te acompañan toda la vida, son esas historias que dan vueltas por tu cabeza,son esas noches dando vueltas en la cama buscando un hilo conductor para dormirte, son los sueños y frustraciones que uno arrastra por la vida, son unas compañeras que dan motor y sentido a este juego y son unas paranoicas que te persiguen... hay que conocerlas
jueves, julio 29, 2010
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